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miércoles, 2 de octubre de 2013

Ultimas invetigaciones sobre la relación del estrés con el alzhéimer



Ya en junio de 2011, tras analizar algunos estudios epidemiológicos, científicos alemanes del Instituto Max Planck de Psiquiatría en colaboración con colegas de la Universidad de Minho en Braga (Portugal), demostraron que el estrés y las hormonas liberadas durante estos estados de ansiedad, podían acelerar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Comprobando que había una asociación entre el estrés y una mayor hiperfosforilación de la proteína tau en el hipocampo y la corteza prefrontal de las ratas que habían sido sometidas a estrés durante una hora diaria en un período de un mes. Según explicaba Osborne Almeida, del Instituto Max Planck de Psiquiatría, "Nuestros hallazgos demuestran que las hormonas del estrés y el estrés pueden causar cambios en la proteína tau, como los que se presentan en la enfermedad de Alzheimer".

Posteriormente, el trabajo de un equipo de investigadores, coordinado por Robert A. Rissman, de la Universidad de California, en San Diego (EE.UU.) y publicado en 2012 en The Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), afirmaba que el estrés crónico desencadena la producción y acumulación de agregados insolubles de proteínas tau, en las células cerebrales de los ratones, los agregados de proteínas son similares a los ovillos neurofibrilares (NFTs),las estructuras de proteínas modificadas que son una de las características fisiológicas del alzhéimer. El coordinador de la investigación afirmaba que los hallazgos podrían explicar, en parte, por qué los estudios clínicos han encontrado un fuerte vínculo entre las personas propensas al estrés y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer y explicaba también que «el estrés agudo puede ser útil para la plasticidad del cerebro, y ayuda a facilitar el aprendizaje. Pero, sin embargo, el estrés crónico y la activación continua de las vías del estrés pueden llevar a cambios patológicos en los circuitos».

En 2011, la investigadora española Maite Solas Zubiaurre sostenía en su tesis doctoral ,parte de la cual se desarrolló  en el Instituto Karolinska, en Estocolmo (Suecia),uno de los centros más importantes del mundo en la investigación sobre la enfermedad de Alzheimer, que los factores ambientales como el estrés podrían  estar influyendo ya en un aumento de la incidencia de la enfermedad de Alzheimer en nuestra sociedad.

Ahora un estudio publicado el pasado 30 de septiembre en la revista BMJ Open, insiste en la  idea de que factores comunes de estrés psicosocial pueden tener consecuencias severas y prolongadas tanto de tipo fisiológico como de tipo psicológico,pudiendo relacionarse  el número de factores de estrés  con un mayor riesgo de padecer demencia y especialmente alzhéimer.

A lo largo de esta última investigación, dirigida por la psiquiatra Lena Johansson de la Academia Sahlgrenska de la Universidad deGotemburgo, 800 mujeres suecas nacidas entre 1914 y 1930 fueron sometidas a tests neuropsiquiátricos desde 1968 y 2005 de manera periódica. En cada visita, aparte de las pruebas habituales, cada participante debía relatar si sufría síntomas relacionados con el estrés, como irritabilidad, miedos frecuentes o problemas de sueño.Además, en su primer encuentro con los investigadores, a estas mujeres se les preguntó sobre cómo les afectaban 19 factores estresantes comunes, como haberse divorciado, haberse quedado viuda, tener algún familiar con enfermedades mentales, sufrir problemas en el trabajo, o necesitar ayuda social del Estado.

Según los datos del trabajo, un 25% de la muestra reconoció experimentar uno de esos factores estresantes en su vida, mientras que el porcentaje de quienes tenían más de cuatro quebraderos de cabeza importantes en sus vidas ascendía al 16%. El problema más frecuente citado por las mujeres fue tener un pariente cercano aquejado de un trastorno psiquiátrico. Un 19% de la muestra -unas 153 mujeres- desarrollaron algún tipo de demencia, siendo alzheimer en  104 de ellas.


Así pues, las conclusiones alertan sobre la estrecha relación entre el número de situaciones de estrés   que sufre una persona en la mitad de su vida y la posibilidad de sufrir demencia décadas después, pero reconocen también  que serán  necesarios más estudios que confirmen estos resultados e indaguen si es necesario poner en marcha iniciativas para manejar el estrés en determinados pacientes para  preservar su salud y prevenir así el alzhéimer.